domingo, 26 de septiembre de 2010






Grandes ataques, grandes arranques delirantes de la pseudo tranquilidad del hogar, de la pseudo tranquilidad del ser, te veo correr, te veo escapar queriendo ser recibido en ese abrazo que con seguridad te verás envuelto. Tus lagrimas se secarán, tus labios volverán a beber del vino de la copa que tú mismo me diste como el mejor regalo de la vida y esos felinos ojos negros adquirirán el brillo que poseen innatamente. Me colaré por debajo de tu puerta, zigzaguearé por la vida hasta llegar al final para sentarme al borde de tu cama mientras duermes, te abrigaré, te diré te amo y mi calor te impregnará hasta cuando no esté.
Ya nada importa, ni los kilómetros de distancia, ni el frío ni las palabras que caen como ladrillos sobre las cabezas que intentan cambiar todo, por una mejora, por el bienestar donde simplemente 2 no pueden vivir en la misma ciudad.

Mientras el café se enfría, mientras el incienso se consume está la gran espera.
A ratos sofocada, queriendo morir, convulsionando y con la voz quebrada, la garganta seca y en mis oídos la lluvia que no deja escuchar mis propios pensamientos, me transporta a algunos meses atrás con el mismo aroma en mi nariz y en el ambiente.
Lugares conversados en la inmensidad de la noche, mientras todos duermen, dos almas en vela se rien de las propias desgracias.
La misma enfermedad, las mismas calles sucias de valpo, el cigarro que se hace interminable en mis dedos, los astros estelares que tienen tu nombre pero que a diferencia de los tiempos anteriores ahora están tatuados con nuestras huellas digitales, así como cuando se deslizan por tu espalda, así como cuando quemo las entrañas con los mejores sabores que te podría generar, para verterlos sobre tu boca.

Y es inevitable pensar que estando con tanto frío pudiera sentir tanto calor con solo recordar el calor de tus besos y esos ojos que me invitan a viajar al mejor espacio interestelar sin nada que fumar ni quemar, con solo dejarme llevar por lo que me das.
Es inevitable recordar el brillo de tus ojos en las noches nebulosas, moviéndose lentamente al sonido de las melodías incorporadas de nuestro ser, palpitando y carcomiendo a la vez nuestra dermis.

Y es que quiero darte todo y nada.
Teñiste mis cabellos negros llenándolos de color, como la mirada perdida ahora tiene su nuevo rumbo, pero ya no tan solo como antes, entre la miseria, los escombros y los cadáveres, el olor a putrefacción es indetectable mientras pueda sentir el toque de tus dedos sobre los míos.

1 comentario:

Rorro.Mod[E] dijo...

Y te cuidaré.
Te cuidaré cada noche fría y enferma. Cada día en que las risas nos amenazen con un paro cardíaco.
Cada mañana que me despierte y te diga tan simple y por reflejo al sentir tu olor cerca de mi nariz:

¿Amor?
-Mmm?
-Te amo.

 Escribir para vomitar vomitar para eliminar eso que da vueltas por las tripas y la cabeza eso que me atormenta.