domingo, 21 de junio de 2015

Veranos eternos, madrugadas que se sienten efímeras y tibias.
Espero perderme el invierno que habita dentro de mi cabeza.
Espero perder ese invierno en aquella ciudad paralela,
que se llevó mucho mas que una gota de tinta de mi pincel.

Aún siento el calor de mis mejillas sonrojadas, el sabor nervioso de una primavera oculta queriendo salir desbordada por las entrañas de esta fiel caminante. Así como los nervios de mi barriga que florecen con el recuerdo de los encuentros a escondidas.
Mis manos tiemblan... Agridulce.
Por allá, fuera de la residencia la calle se tiñe de amarillo por las luces de los postes, tus pasos y los míos hacen canciones para quitar el nerviosismo. La percepción de tiempo se va a la cresta, cuando caigo en cuenta que las largas caminatas se sintieron como si fuera solo a una cuadra.
Mis manos en los bolsillos, tus piernas largas que apresuran el paso.
La madrugada es mas entretenida cuando pierdo el tiempo contigo. Corriendo, saltando, un par de ratas por aquí y la basura de la calle que espera ser recogida, junto con el vapor de las calles de la gran manzana.
Un par de estrellas que perdieron el rumbo, un poco de brillo de la luna que nos guía, fueron buenos compañeros. Buscando los pasos perdidos de dos abandonados, borraron todo aquel recuerdo cansado y aturdido que alguna vez existió, palabras tranquilas con sabor a café que descansan sobre la roca en la que estamos sentados, bóveda de grandes secretos.
Tu cabeza sobre mi bolso buscando algo en la oscuridad, mi mirada queriendo evitar la tuya. 
Nervios. Nunca me sentí tan inexperta. Inexplorada. 
Las manos que buscan el calor.
Tu calor.
- Por fín puedo respirar -
Sacas las palabras que están ocultas en mi cabeza.
Saco aquellas miradas que siempre esperaste ver. 
- Que no termine nunca, por favor- 
Si tan solo pudiera agregar mas horas a esta noche para que fuera eterna.



 Escribir para vomitar vomitar para eliminar eso que da vueltas por las tripas y la cabeza eso que me atormenta.