miércoles, 8 de septiembre de 2010

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Negro, difumando, borroso y mal oliente, lentamente los ojos se abren para por fin volver en sí y darse cuenta de la magna sorpresa ante los seres estelares a su alrededor.
¿Qué pasó anoche? Y el típico sabor pastosamente asqueroso entre los dientes y la lengua, con la boca hinchada y el cuerpo cortado. La ropa sucia y entre los dedos el aroma de la perfecta hazaña.

De la miradas hirientes, de los sabores amargos pasados y lentamente digeridos, de los ojos en fuego, de las caricias suaves, de las mentiras, engaños y el hastío constante de los Egos que te tragan, de la sociedad, suciedad y la ropa vieja, las enfermedades y el tiempo que se agota a cada segundo que pasa, aniquilando lentamente las agonías y las felicidades, aniquilando lentamente el tiempo planeado para volverse inútil ante los nervios y poca preparación de mi ser.
Me siento débil, me siento con rabia, me siento brillante y aveces me siento nada.

Asco, qué asco.
Y el tiempo pasa, el tiempo va rápido.
Qué asco.

Pretendía jugar a soñador, pero olvidé que no tengo manos, ni piernas, ni la precisa conciencia, ni las ganas, ni las ansias por el simple hecho de ser lo que lo demás quieren ser, pudriéndose entre las manipulaciones, las habladurías y lo poco importante.

¿Qué pasó anoche? Y todo se va a negro.

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 Escribir para vomitar vomitar para eliminar eso que da vueltas por las tripas y la cabeza eso que me atormenta.