Una y otra vez el gran astro blanco era pintura sobre nuestras cabezas, el frío se deslizaba entre nuestras piernas y el calor de tu manos jugaba con las mías para mantener nuestro nido templado a donde quiera que vayamos.
A gran velocidad, se disipaba todo, sin mareos ni grandes expectaciones, conversábamos mentalmente queriendo saber a donde íbamos, pero aún así nunca lo supimos, siempre estuvimos en casa.
Tómame con fuerza amor, que no quiero caerme de este viaje jamás, tómame con fuerza querido mío, que yo no sé como amanecerá mañana. Cubrámonos con sabanas de humo verde, cubrámonos con colchas de amor, que enredaré mis cabellos morados en los tuyos y así extinguirnos hasta que la vela se apague y se funda con el último beso antes del alba.
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