viernes, 3 de diciembre de 2010

12


Sonrisas marcadas
empasteladas
me hicieron temblar
antes del toque
de mi reloj
a las 12 de la noche.

Escalofríos,
las húmedas calles de valparaiso,
uno que otro salto
pisando hojas secas
y una que otras sombras siguiéndome a tientas.

Aveces claro,
tardes,
mañanas,
madrugadas y noches,
estrelladas
y extrañamente nubladas,
más no lluviosas,
no tanto como alguna vez
mis ojos lo estuvieron
en un lejano verano.

Para mi buena fortuna,
 los cerezos que planté crecieron
 y el gato negro
que se escondía bajo mi patio trasero
se hizo vecino, amigo, confidente
dueño de sabanas y sueños.

 En mas de alguna noche
se escabulló por mis piernas
 para cambiarme las pesadilla
 entre ronroneos,
las sombras de la ventana
 dejaron de transformarse
en monstruos para solo
hacerme el ánimo un poco mas ameno.

espectadora y oyente
de viejas y largas historias
Sola y a pares,
entre ladrillos y murallas,
acertijos y mudas
 lagartijas y escorpionas,
hubo espacio para todo,
entre aniquilaciones,
humaredas en verde,
en vistas de caleidoscopio,
 para luego irme a negro,
para luego molerme las rodillas
 para luego molerme la espalda,
las manos y esta cabeza,
el corazón se recomponía.
No, no me arrepiento de nada.
No, no me quejo por nada.
¿Moraleja?...
Nunca reciban caramelos de extraños.
¿Caramelos?
Años extraños.

 Escribir para vomitar vomitar para eliminar eso que da vueltas por las tripas y la cabeza eso que me atormenta.