Eran aquellos días de primavera, donde no era tan maldita ni tan esperada, sentada en la vieja escalera cerca de mi casa, cuando aún me daba disparos de nicotina en mis labios resecos. Son de esos días hermosos y tranquilos, pero que a pesar de todo eso, no deja que la tranquilidad invada mi cerebro. Luego de una larga conversación entre mi Pasado, Presente y "Futuro" nacieron las revelaciones.
La tierra en mis zapatos nunca fue en vano, menos cuando se convirtió en barro y los cristalizó de apoco. Obtuve mucho mas que un resfriado, raspones y uñas sucias. Busqué un trapo viejo que enjuagué en jabón y agua, para convertirla en veneno, saqué su esencia y me sentí feliz de haber engendrado algo así, para bañarme en él, para curar mis heridas, para brindar la copa de mi cuerpo, para sentirme viva.
¿Cuál era el afán? Y ese "destino" que siempre estuvo frente a mis pies pero que siempre tiré tierra sobre el. ¿Se podrá llamar destino? Lo que fuera, estaba ahí.
Desperté de mi cuestionamiento, para ese entonces mi cigarro se consumió, tiré la colilla y la pisé bien fuerte.
Sentía como mis pies dejaban de estar levemente adormecidos, para sentir la fibra de los peldaños y la arenilla que rodaba por el viento cuesta abajo.
Miré mas allá, sonreí y seguí bajando hasta llegar el final. Rodando, abajo y blanco.